Circo Romano de Toledo

El circo romano de Toledo se construyó a finales del siglo I, y es muy probable que su construcción estuviese relacionada con el mandato que Octavio Augusto emprendió por todo su Imperio, con la intención de dotar a las grandes ciudades de la Hispania de exuberantes edificios públicos, como termas, teatros, foros o circos y con el objetivo último de romanizarlo todo.

Sus dimensiones e importancia

En el caso de Toledo, el circo se levantó en el norte de la ciudad, y tenía unas dimensiones de 422 metros de largo por unos 112 de ancho aproximadamente. Pese a que más de la mitad aún no esté excavado, se sabe que su aforo debía de estar entre los 15.000 y los 30.000 espectadores, una cantidad más que suficiente para albergar a todos los ciudadanos de la urbe y de otros pueblos circundantes.

Las dimensiones y el aforo de este edificio hacen pensar a los expertos que Toletum, nombre designado por los romanos, fue una ciudad que jugó una gran importancia política y jurídica en la Península. 

El circo romano de Toledo es uno de los 6 que hubo en España, aunque solo tenemos restos arqueológicos de este, del circo de Tarragona y del circo de Sagunto. El circo romano de Toledo posee un incalculable valor histórico, al ser uno de los pocos ejemplares que podemos observar y estudiar con detalle.

El circo estuvo en funcionamiento hasta el siglo IV, y su abandono hizo posible que desaparecieran los materiales nobles de sus revestimientos paulatinamente.

Un cementerio medieval

Una de las complejidades de este enclave histórico es que durante el período musulmán se utilizó como cementerio, de ahí que esté considerado también como un importante cementerio medieval.

Durante la Baja Edad Media, los expolios que fue sufriendo este importante edificio histórico minaron. No obstante, el abandono al que quedó sometido hizo que vagabundos se cobijaran bajo sus bóvedas durante el siglo XVIII. El Cardenal Mendoza, desafortunadamente, mandó derruir las bóvedas que todavía quedaban por esta razón.