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La historia de Nápoles nace con la llegada de los griegos a Occidente. En el siglo VIII a. C. los griegos se instalaron en la isla de Ischia, pero pronto abandonaron la isla y buscaron refugio en el continente, donde fundaron la ciudad de Cumas y luego la de Parténope. Con el tiempo, Parténope se extendió y tomó el nombre de Neápolis, “ciudad nueva”. De la época griega data la famosa Spaccanapoli, una calle que parte en dos la ciudad y que es uno de los grandes atractivos de Nápoles.
En 328 la ciudad pasó a manos del Imperio romano. En 476, el último emperador romano fue encerrado en una villa napolitana, en el lugar donde se levanta hoy el Castillo del Huevo.
En el siglo VI, Nápoles comenzó a estar bajo la influencia bizantina, y durante los siglos siguientes vivió los conflictos entre lombardos y bizantinos.
Para mediados del siglo XII, todo el sur de Italia pasó a ser gobernado por los normandos, pero en el siglo XIII, Carlos I de Anjou se apoderó del reino de Sicilia, y dio comienzo a la hegemonía angevina en la región.
En 1442, Nápoles fue tomada por Alfonso V de Aragón y permaneció durante la mayor parte del tiempo en poder de los españoles hasta el siglo XVIII.
El siglo XVI fue especialmente próspero para Nápoles. Se construyeron en la ciudad edificios de importancia, como la universidad, y elegantes palacetes comenzaron a surgir en los alrededores del Vesubio. El puerto se mantuvo muy activo durante estos años, y la riqueza y la cultura florecieron en la ciudad.
En 1600 comenzó también la construcción del Palacio Real de Nápoles, que determinó posteriormente el trazado oficial de la Plaza del Plebiscito.
Sin embargo, el encanto se rompió después de la bancarrota genovesa de 1622, y Nápoles pasó a vivir un periodo turbulento de revueltas cuyo fin se vio marcado por la gran epidemia de peste 1656.
A partir del Tratado de Utrecht, Nápoles pasó brevemente a manos austríacas, pero en 1734 Carlos de Borbón recupera la ciudad para España. En 1737, el rey Carlos mandó a construir un nuevo teatro en Nápoles. El Teatro de San Carlos se construyó en el tiempo récord de 9 meses y hoy es el teatro de ópera más antiguo del mundo aún en funcionamiento.
En 1796 Napoleón Bonaparte ingresa en Italia, y en 1805 consolida definitivamente su dominio en Nápoles.
En 1815, sin embargo, el Congreso de Viena establece que las tierras sean devueltas a sus antiguos monarcas, y nace así el Reino de las Dos Sicilias. Fue una nueva época de gloria para Nápoles y toda la península italiana, que llegó a tener unas prósperas agricultura e industria, y logró concentrar grandes riquezas.
En 1861 se produce la unificación de Italia y se abre un nuevo capítulo en la historia de Nápoles. Del esplendor del Reino de las Dos Sicilias pasó a vivir un periodo de empobrecimiento que llevó a muchos de sus habitantes a emigrar a América en busca de mejores condiciones de vida.
Sin embargo, después de la Primera Guerra Mundial, Nápoles se agranda, absorbiendo los municipios de Chiaia, Posillipo y Vomero, entre otros. Víctor Manuel III, rey de Italia nacido en Nápoles, le dio un gran impulso a la ciudad. En esta época se construyó el aeropuerto, los funiculares del Vomero y varias líneas de tren, con lo que Nápoles quedó perfectamente conectada con el resto de Italia.
Durante la Segunda Guerra Mundial Nápoles fue sede de encarnizados combates y feroces bombardeos. Los habitantes de la ciudad buscaron refugio bajo tierra, en los antiguos acueductos romanos. Parte de esos túneles pueden recorrerse hoy gracias a la propuesta de Nápoles Subterránea.
Durante la posguerra, la ciudad crece de manera exponencial y desborda sus antiguos límites.
En la década de 1990 comienza un proceso de modernización y reestructuración. En 1995 se finalizó en la ciudad la construcción de un complejo de modernos rascacielos, el primero de Italia y Europa meridional, diseñado por el arquitecto japonés Kenzo Tange. El Centro Direzionale di Napoli se encuentra cerca de la Estación Central de trenes y es un lugar que vale la pena visitar para descubrir una de las caras menos conocidas de la ciudad.
En la actualidad, Nápoles está logrando, poco a poco, romper con su caracterización de tierra dominada por la mafia y la suciedad, para empezar a brillar con su verdadero encanto. Ecléctica, apasionada y auténtica. Así se muestra a los viajeros que se animan a visitarla más allá de los mitos y pueden disfrutar de sus encantos únicos.
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